No hay mal que por bien no venga

Desde que se diagnosticó Sofí algo que me hicieron ver las terapeutas, es que por ningún motivo se puede faltar a la terapia, ya que cualquier minuto perdido podría afectar su desarrollo. Ella tiene que ir a terapia si o si, no importa si acaba de convulsionar, si tiene fiebre, nada importa solo la terapia; y es muy pero muy malo que no asista.

Después con el tiempo, aprendí a que me tengo que relajar, las terapeutas, claro esta no han cambiado, cada terapia perdida, en fin para que les platico...

Con lo que no me he podido relajar es con que Sofí pierda una clase de natación, y no porque sus habilidades acuáticas se vayan a ver afectadas, sino porque definitivamente para ella, esa media hora al día es lo mejor que le puede pasar... el agua es su mundo... así que la llevo no solo porque le sirve de miles y miles de maneras, sino principalmente porque le encanta, porque es su pasión.

En septiembre del 2015, tuvo una gastroenteritis terrible, literalmente estuvo en cama dos semanas y media, iba al baño cada hora, estaba completamente débil, no podía caminar, casi ni comía, en fin, estaba muy mal. Obviamente en esas dos semanas la única terapia que podía tener era contención y vinculo, mucho amor, y nada mas. ¿natación?, ni por casualidad, cada día que pasaba yo imaginaba que al día siguiente... tal vez... había una posibilidad de que pudiera estar bien, para poder llevarla a la alberca... así perdió 7 clases de natación.

7 clases, es toda una eternidad, en el reglamento de su escuela, dicen que te pueden reponer una clase al mes... aquí estamos hablando de 7... Yo no veía la forma en que se pudiera recuperar ese tiempo perdido...

Sin embargo, no perdamos nada con hablar con los directivos del lugar, su maestra propone que yo me meta a nadar con ella... "¿cómo?, ¿tu crees?" le dije... y ella contestó "si hay clases de papas con bebes y te metes con los gemelos ¿por qué no con Sofí?"... no era un planteamiento del todo ilógico...

Así que era momento de hablar, ellos entendieron perfecto el porque Sofí faltó tanto... y estaban dispuestos a ayudar, en un inicio, iban a buscar que esas clases fueran con su profesor, y no con alguien que tuviera un espacio... después comenté la idea de la maestra de Sofí; meterme con ella a nadar; a lo cual no pusieron ninguna objeción, les pareció una idea genial... y dieron todas las facilidades para que tuviéramos  7 clases de natación juntas.

La primera clase, algo complicada, Sofí no estaba acostumbrada a que yo estuviera con ella en el agua, así que no sabía que hacer, ni como reaccionar, si me gane un par de mordidas y jalones de pelo, pero básicamente nos estábamos entendiendo una a la otra. Para mi, fue una sorpresa ver de cerca lo bien que nada Sofí, la fuerza que tiene en el agua, ver sus desplazamientos, observar como va hacia a la orilla, sentir la fuerza de sus piernas al impulsarse...

Después la cosa fue mejorando, todos aprendimos, y lo mejor fue cuando vimos, que ella y yo teníamos que estar casi solas, que la supervisión por parte del profesor tenía que ser alejada, para que el vinculo entre ella y yo se fortaleciera, a pesar de que yo tomo la clase con los gemelos tuve que aprender como moverme en el agua, como tomarla, medir mis fuerzas, comprender los ejercicios.

Poco a poco la fui entendiendo, ambas disfrutábamos de la clase, y lo mejor, la última clase, yo no decidí que hacer, tampoco me lo dijo su profesor, Sofí decidió como quería llevar su clase, ella nadaba de la plataforma a la orilla, o se lanzaba al agua, nadaba y regresaba a la plataforma, me buscaba para que la ayudara a salir, y yo ya sabia cuando darle el apoyo que necesitaba.

La sonrisa de Sofí cuando sale su cara del agua y me ve, es de las mejores que le he visto a lo largo de 5 años...

La tristeza que sentía al saber que Sofí perdió casi 3 semanas de clases de natación, no tuvo comparación con la alegría de poder compartir el agua con ella, de verdad que no hay mal que por bien no venga...

En estas 7 clases Sofí me enseñó como nadar de verdad...

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